Wednesday, January 09, 2019

La liturgia interior I - André Louf. OCSO


La oración es, ante todo, interior. Halla su fundamento en el corazón y allí debe desarrollarse en plenitud.

Nadie mejor que san Benito hubiera podido decírnoslo cuando, ermitaño en la gruta de Subiaco, se hizo tan ajeno a las formas exteriores del culto que había olvidado completamente el calendario litúrgico –y hasta la fecha de la Pascua– el día en que fue hallado por un sacerdote de los alrededores. Sin embargo, vivía a la letra lo que había preconizado siglo y medio antes uno de los maestros monásticos. Había escrito que “no hay fiesta entre los monjes para llenar el vientre. La Pascua del Señor es el paso del mal al bien” . 

La Pascua de Benito es, ante todo, interior. San Benito pedirá al monje que ore "in intentione cordis" (cap. 52,4). Esta expresión, frecuente en Casiano, no sólo traduce la aplicación del corazón sino que también insinúa cierta cualidad de la mirada interior. Podríamos parafrasear ligeramente y traducir: con el ojo del corazón bien abierto hacia lo interior 4 . Cuando san Gregorio escribió la vida de san Benito decía de él que “habitó consigo” y dio la siguiente exégesis de esa expresión: “Decía yo que este santo varón habitó consigo porque, teniendo constantemente fija la mirada en la guarda de sí mismo, mirándose de continuo ante los ojos del Creador y examinándose sin cesar, no alejó fuera de sí el ojo de su espíritu” (cap. 3).

En el mismo capítulo, un poco antes, San Gregorio había escrito: “Solo, bajo las miradas del celestial espectador, habitó consigo”. Tener abierto el ojo del corazón es encontrar otra mirada: la de Dios que observa constantemente al hombre; el recuerdo de esa mirada hará que el monje se guarde de todo mal. Esta terminología es la de san Gregorio; pero la idea es muy de san Benito, el cual considera la guarda del corazón bajo la mirada de Dios como el primer grado de su escala de humildad. De este modo, la convierte en el primer esfuerzo, y el más elemental, que pide a su discípulo. 
La presencia de Dios adquiere nueva densidad cuando el monje se consagra a la oración, y más especialmente a la obra de Dios: «Creemos que Dios está presente en todo lugar, insiste san Benito al hablar de la actitud durante el Oficio... Pero esto debemos creerlo especialmente sin la mejor vacilación cuando estamos en el Oficio Divino. Por tanto, tengamos siempre presente lo que dice el profeta... “En presencia de los ángeles te alabaré” (Sal 137,1). Meditemos pues con qué actitud debemos estar en la presencia de la divinidad y de sus ángeles» (cap. 19). No debemos sorprendernos por la mención de la corte celestial, que revela la profunda penetración de la mirada interior del corazón. Esta mirada se abre hacia el cielo, aunque san Benito no precisa si el monje se siente transportado por encima de sí mismo a un más allá o si, más bien, las profundidades de su corazón se abren y dejan entrever un reflejo del cielo en la raíz de tu ser. 

André Louf. OCSO