Wednesday, January 16, 2019

Eran médicos del alma - San Ammonio



Carísimos en el Señor:

Vosotros sabéis que, después del pecado, el alma no puede conocer a Dios si no se aparta de los hombres y de toda ocupación. Entonces el alma encuentra a su adversario y la resistencia que le opone. Lo ve luchar contra él, y lo vence; más tarde quizá tenga que luchar contra sí misma. Pero, al final, Dios habita en él y transforma su tristeza en gozo y alegría.

Pero si en la lucha el alma sale vencida, se apoderan de ella la tristeza y la desidia, con muchas otras molestias de diferente género. Por eso, los Padres vivían en la soledad del desierto, como lo hicieron Elías y Juan. Y no penséis que éstos eran justos mientras vivieron entre los hombres, por el hecho de que se les vio realizar en medio del mundo obras de justicia, sino que previamente habían vivido en un gran silencio, por lo cual recibieron poder de Dios, que vivía en ellos. Y sólo entonces Dios les envió a los hombres, una vez que hubieron adquirido todas las virtudes, para que fueran sus embajadores y curaran las enfermedades. Eran médicos del alma, y tenían el poder de curar sus dolencias.

Por esta razón, arrancados de su silencio, fueron enviados a los hombres. Pero sólo entonces fueron enviados, cuando estaban ya curadas las propias enfermedades. Imposible mandar a ninguno para edificar a los hombres, si él mismo es imperfecto. Los que van a los hombres sin haber alcanzado la perfección, van por cuenta propia, no por voluntad de Dios. De ellos dice Dios increpándoles: Yo no envié a los profetas, y ellos corrían. Por eso no pueden salvar ni su propia alma: ¡cuánto menos podrán ayudar a los demás!

Al contrario, los que son enviados por Dios, no se alejan voluntariamente del silencio. Saben que, en el silencio, han adquirido una virtud divina. Pero para no desobedecer al Creador, parten a trabajar entre los hombres, imitándole a él: como el Padre ha enviado desde el cielo a su verdadero Hijo a curar todas las dolencias y debilidades humanas. Está escrito en efecto: Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores. Todos los santos que van a los hombres para curarlos, imitan al Creador en todo, a fin de hacerse dignos de la adopción de hijos de Dios, llamados a participar eternamente en la relación filial que une al Hijo con el Padre.

Mirad, carísimos: os he demostrado la eficacia del silencio, lo saludable que es en todos los aspectos y cuánto agrada a Dios. Os he escrito precisamente para eso: para que os mostréis fuertes en la obra emprendida, y tengáis la certeza de que todos los santos han progresado en la gracia por haber practicado el silencio. Por eso habitó en ellos el poder de Dios, les fueron revelados los secretos celestiales, y en consecuencia han arrumbado la profana vetustez de este mundo. Quien esto escribe, fue el silencio el que le hizo capaz de ello.

Vosotros perseverad con fortaleza en vuestro propósito. Quien abandona el silencio no puede superar las propias pasiones ni combatir al enemigo, precisamente porque todavía se halla bajo el dominio de las pasiones. Vosotros, en cambio, las estáis superando y la fuerza divina está con vosotros.

San Ammonio, ermitaño, Carta 12 (PO, Fasc. 6, 603-607)