Friday, August 04, 2023

El templo - Pavel Florenski


El templo es el camino del ascenso hacia el cielo. Así se muestra en la dimensión del tiempo: la liturgia, que es un movimiento interior, la articulación interna del templo, conduce hacia el cielo por la cuarta coordenada, la de la profundidad. Lo mismo se manifiesta en el espacio: la organización del templo, que estructura el espacio por capas, desde los recubrimientos externos hacia el lugar donde se halla el corazón del templo, tiene el mismo significado. Para ser más exactos, no tiene el mismo significado en el sentido de que se parezca al significado del tiempo, sino que literalmente, numéricamente, es idéntico, aunque considerado en relación con coordenadas diversas. El núcleo espacial del templo se percibe atravesando diversos estratos: el patio, el atrio, el propio templo, el presbiterio, el altar, el antimision (el corporal sobre el que se realiza la eucaristía), el cáliz, los misterios sagrados o el sacramento mismo, Cristo, el Padre.

El templo, tal como se ha explicado antes. es la escala de Jacob (1), que conduce de lo visible a lo invisible, pero todo el altar, en su integridad, constituye ya el lugar de lo invisible, es un ámbito separado del mundo de aquí, un espacio no-de-este-mundo. Todo el altar es el cielo: el lugar noético, inteligible, τóπoζ νσεζοζ , e incluso τóπoζ νοητοζ , con el altar del sacrificio celeste y espiritual» (2). Según las diversas denominaciones simbólicas del templo, el altar significa y es algo distinto, pero mantiene siempre una relación de inaccesibilidad, de transcendencia respecto al templo mismo. 

Cuando el Templo, según Simón de Tesalónica (3), conforme a la interpretación cristológica, representa a Cristo como Dios-Hombre, el altar porta la significación de la Divinidad invisible, la naturaleza divina de Cristo, mientras que el templo mismo significa su naturaleza visible, humana. Si tomamos la común interpretación antropológica, entonces, según esta opinión, el altar significa el alma humana y el templo mismo es el cuerpo. Según la interpretación teológica del Templo, tal como dice el santo de Tesalónica, en el altar debe verse el misterio de la Trinidad, incomprensible en su esencia, y en el templo su providencia y energías que se pueden conocer en el mundo. Finalmente, la interpretación cosmológica que ofrece el mismo Simón reconoce el altar como el símbolo del cielo, mientras que el templo mismo simboliza la tierra. 

Queda claro, pues, que con la variedad de estas interpretaciones el significado ontológico del altar como mundo invisible no hace más que reforzarse. Pero lo invisible, precisamente por serlo, resulta inaccesible por si solo para la mirada de los sentidos; y el altar, en cuanto noúmeno, sería inexistente para unos ojos que no estuvieran dotados de una visión espiritual —como son inaccesibles al tacto las columnas, las ondulaciones y las cortinas de humo del incienso—, si no fuera evidenciado por unas señales especiales que, siendo accesibles para la experiencia sensible, miran ellas mismas hacia el mundo invisible. 







(1) Cf. Génesis 28, l0-l2. 

(2). De la quinta oración de los Maitines en el rito bizantino. 

(3). Simón de Tesalónica o de Salónica nació a finales del siglo XIV y falleció en el año I429; fue un teólogo bizantino que escribió varios tratados sobre temas canónicos, dogmáticos. morales y políticos, entre otros.