El cristiano del siglo XXI está llamado a vivir en el mundo, pero sin ser parte del mundo. Estamos llamados a vivir como extranjeros en una sociedad que nos arrastra a vivir de apariencias. Una sociedad postmoderna que nos recrea según sus deseos y egoísmos. Ante esta realidad, el camino místico es la única senda. Andémosla tras de Cristo...